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La Guerra de Los Dos Lados: 10 Días Mexicanos

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Rafa Esparza, Raquel Gutiérrez, y Rubén Martínez en Mexico. | Photo: Courtesy of Raquel Gutiérrez.

Artistas de Los Ángeles viajan a la Ciudad de México para reunirse con sus homólogos y plantear una sencilla e impactante pregunta: ¿Cuál es el papel de la comunidad creativa en el contexto de la guerra del narco que ha cobrado un precio devastador en ambos lados de la frontera entre México y los Estados Unidos?

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Traducción de Dolores Dorantes

Uno de mis colegas de trabajo me preguntó si me había divertido cuando visité la Ciudad de México, hace unas semanas. Sentí cómo mis cejas se arquearon para pensarlo y responder dolorosamente, no. No es que no disfrutara la visita a una ciudad de nivel mundial. Estuve en México por primera vez como adulta en el entorno de un intercambio artístico, donde el peso de la conversación con escritores, productores culturales y periodistas, se centró en la miríada de formas de entender la violencia y la economía sangrienta que las origina. La preparación para estas conversaciones me obligó a versarme en las narraciones diversas sobre la violencia, como los libros de Charles Bowden, películas de María Novaro y Luis Estrada. Y, por supuesto, la música de Los Tigres Del Norte -que fue el motivo de muchos dramas de adolescente al perder el mando del reproductor de cassetes en los viajes que hice con mi familia a Tijuana para ver al dentista. Es una gama de narrativa que explora la violencia con mano dura aunque la ironía tampoco falta. No había pasado tanto tiempo con intensa brutalidad desde mis días leyendo sobre las guerras civiles en El Salvador y Guatemala, mientras me adentraba en los Central American Studies de la Cal State Northridge.

Estos estudios étnicos específicos eran una manera de estudiarme a mí misma, para contemplar de dónde vengo como una niña nacida en Los Angeles de una madre salvadoreña. Mi madre, una de nueve hijos (originalmente fueron 12, pero tres murieron antes de cumplir los tres años) creció en una pequeña aldea en la frontera entre El Salvador y Honduras, se convirtió en una enfermera registrada en San Salvador y terminó huyendo, no de una guerra civil, sino de un marido abusivo que la alejó de mi hermano mayor por más de seis años. Mi madre escapó de un tipo de violencia y llegó a encontrarla de otra forma en Estados Unidos: la pobreza. Ella fue una de catorce que vivían en una casa en Coronado Street en Echo Park -una arrimada, se hacía llamar, o alguien que "se recarga" en los demás por unas semanas para no pagar alquiler mientras aparece otra oportunidad.

Siendo rodeada por las espeluznantes crónicas de los tipos de violencia fronteriza que suceden a los migrantes centroamericanos que pasan por México, me dio pausa. Estoy agradecida porque mi madre no se encontró con los asesinos asalta-trenes o el terror de los Zetas, la clase que coacciona a los migrantes hacia las economías oscuras o las fosas comunes. En cambio, mi madre ganó una lotería de visas que le permitió ir a Las Vegas a cuidar niños y limpiar casas y cuartos de hotel antes de llegar a Los Angeles en 1969.

Nuestras vidas son una serie de opciones -derecha o izquierda, este u oeste, irse o quedarse. Pienso en las opciones de mis padres para dejar sus países y me pregunto si yo haría lo mismo. Una situación hipotética ¿qué tal si yo hubiera nacido en México? La idea surge cuando entro en una considerable cantidad de problemas de género mientras doy una vuelta por la capital mexicana. Me pregunto si la cuota psicológica me habría llevado a jugar mi partida en un país que era más "tolerante" a mi no conformidad de género. Que alguien me diga que estoy en el baño equivocado es apenas un punto de contienda con el país de donde migró mi padre; no es la primera y, ciertamente, no será la última vez que me "caballerean" durante la cena o me "jovenean" en el vuelo de regreso a Los Angeles por Aeroméxico. Estos son sólo muestras de los tipos de violencia pasiva, o suave, que las personas que vivimos la no conformidad de género sobrevivimos día a día en ambos lados de la frontera. Si, incluso, cuando la suerte está de nuestro lado escuchamos una voz persistente -- tal vez la intuición, diciéndote que te muevas de un camino que podría herirte.

Muchos queers que viven en grandes áreas metropolitanas son acosados, intimidados, agredidos y asesinados. Me he librado hasta ahora de la macana de homofóbicos chispeando hacia mí en mis tiempos de dandy ruda. Como sea, no siempre es el caso de mis hermanos y hermanas queer, muchos de ellos automedicándose cuando el peso de desafiar las normas sociales de género se vuelve muy difícil de soportar. La guadaña casi nos roza o pasa muy de cerca; otra vida de un renegado de género se esfuma, ya sea con una bala o una aguja hipodérmica. El resto de nosotros se queda con el duelo deseando la gratificación inmediata del escapista.

Así que no me sorprendí cuando llegué de la Ciudad de México a casa con un episodio de depresión zumbando, a nivel bajo. Tipo analógico; sabiendo que la violencia siempre está actuando al fondo, como una radio con señal difusa en el volumen más bajo posible que te permite saber que está ahí. Incluso cuando ves la violencia a través del lente de la producción artística, te cargas con cierta clase de compasión y empatía en tu visión crítica que tienes que equilibrar con dolor y fatiga, con el fin de impedir que te consuma. Porque eso es lo que la violencia augura -- que vas a ser consumido.

Consumo. Como enfrentarte a tu propia muerte al estilo de una novela victoriana, o al menos la experiencia de la muerte simbólica que los artistas en espacios privilegiados obtienen, mientras los extremadamente pobres sufren en condiciones espantosas, igual que los 165 migrantes rumbo a Estados Unidos, en su mayoría centroamericanos, que fueron retenidos contra su voluntad por narcotraficantes en Tamaulipas, cerca de la ciudad fronteriza de Laredo, Texas y liberados el 5 de junio de 2013.

Pero ahora no huyo para esquivar el deber de escuchar más, para dar testimonio de otros testigos.

No con drogas, al menos.

The War On Both Sides / La guerra de los Dos Lados, explora las representaciones de la violencia a través de conversaciones con artistas en México y Cuernavaca. Cada mañana con tamales de frijol negro como desayuno y un café espeso Rubén, Rafa y yo anticipábamos conversaciones que podrían centrarse en la política o la estética o las implicaciones sociales de la violencia, o la violencia que aparece en nuestro trabajo. Fue emocionante y, por supuesto, un generador de ansiedad, preguntarnos con qué bonche sorpresivo de artistas y pensadores nos toparíamos diariamente y si habría alguna química alrededor de nuestra misión o si queríamos cargar con las políticas de identidad de ser chicanos y pochos y el nopal concomitante en la frente, con nuestro inglés salpicado de cultura "surf", lenguaje que se interpone como rotas señales de tráfico, que frenan nuestros intentos de conexión con nuestros colegas mexicanos.

Pero ese no fue el caso en este viaje, donde otras ansiedades -- de clase social -- estuvieron presentes. Soy una hija de inmigrantes económicos que llegaron a Los Angeles desde México y El Salvador a finales de los 1960, que se encontraron en un salón de baile al Este de Los Angeles una tarde fatídica de San Valentín. Ahora mi madre y mi padre son ciudadanos de Estados Unidos y su historia de viaje es tan diferente a la de los hombres, mujeres e hijos, empobrecidos, que hoy día dejan sus países de origen y logran cruzar la frontera. O aquellos que no lo logran, igual que las 72 personas masacradas por los Zetas en la localidad de El Huizachal en el municipio de San Fernando, Tamaulipas, en 2010, sus nombres, edades, géneros y nacionalidades y la humanidad restaurada con gran cuidado en el poema "Los muertos", escrito por María Rivera, de Ciudad de México y que recitó a todo pulmón el 6 de abril de 2011 durante la Marcha Nacional por la Paz que encabezó Javier Sicilia menos de dos semanas después de que su hijo Juan Francisco fuera asesinado por sicarios afiliados a los cárteles.

Mexico City | Photo: Raquel Gutiérrez
Mexico City | Photo: Raquel Gutiérrez

La violencia ocurre cada día que hablamos de la violencia. El tiempo que pasamos meditando sobre cómo negociamos la impotencia, mientras nos paramos frente al Guernica o al The Third of May 1808, de mí o tu generación, es un privilegio que todavía tensa el espacio. Todos los días que hablamos de la violencia en nuestro atelier de la Ciudad de México, verdadera violencia ocurre en Chihuahua capital, Reynosa y Ciudad Juárez. Como trabajadores de la cultura, nos detuvimos en la violencia en el trabajo del novelista "pulp" Elmer Mendoza o la artista visual Teresa Margolles (ambos de Culiacán, Sinaloa, donde se centra el Cartel de Sinaloa) en orden de completar la tarea de sostener espacios críticos, como si sostuviéramos la respiración. Se vuelve necesario considerar profundamente el ámbito y acercarnos a las limitaciones provocadas por la representación de la violencia, pero es difícil. Se siente como herirse a uno mismo. Estas obras se convierten en una referencia necesaria sobre la violencia con el fin de hablar de la sanación: como caminar por encima de los cuerpos para hacerle espacio a los vivos.

En nuestra primera conversación, pasamos tiempo con Gabriela Jauregui y su poema "Oasis of power / Oasis of horror." La voz imperativa en esta pieza, crea una posición ya negociada en la cuenta de la violencia, que no necesariamente se seleccionó a partir de un archivo de agenda personal o trauma, sino de una especie de testimonio construido. Sin embargo, estas perspectivas inventadas hacen del trabajo de Gabriela una forma de imaginar escuchando la voz evasiva de asesinos en una compleja red de comercialización mercenaria. Ella nos provee con la necesidad de entender la oscuridad que, encarnada en los hombres, crea depredadores y la posibilidad de sentir empatía con ellos.

Los siguientes son fragmentos del poema de Gabriela.

Juaristán is my playground,
Juareztine is my home,
King of my mono-metal reign of bullets
Here we celebrate more deaths than births every day
I make bullets rain over the border on the other side of the river
So El Paso sees me shine seems me fly through its skies in a flash
I am the fastest golden sun
I blow up cars I blow up homes I blow I blow I blow
Silvertip, Semispitzer, Hollow Point, Teflon-covered, Very Low Drag, Total
Metal Jacket, Lead Bullet, Full Metal Case, Speer Gold Dot, Remington
Core-Lokt, Armor-Piercing, Gold Sabre

I'll take you to Salón Río Bravo but first to El Herradero where it's all about
meat meat meat so you can meet my team of killer flesh fresh-shaved-headcholos (long
shorts long socks long barrel) and my python-tipped cowboys:
we are all gold-chained
and after and always we go to taquería Iris then sex at the oxxo in excess
chica cachonda busca chico en Chihuahua

As is. So: pare down this rape
pare down and peel and cut open and trim and carve and skin and scalp and
flay and decorticate
AK47 I own you now woman

Sabemos de la mujer en la segunda parte de Oasis of horror:

On my way to work I see the children outside my house play sicarios, narcos
and policemen with sticks and stones
they know the caliber of every gun, of every bullet they carve
in stone and gavel and play-doh
they know bones and they're dead wrong
now they're dead
and still wrong

while I am forced to listen to Juan Gabriel's greatest hits
smothered and
slit
is my throat
my slit
filled with silt
a river dries
my hair
Irene Silvia Mercedes saints in the desert
blind
bonedry
flow nowhere
no place for slits
and lipstick lips
mujer muerta
and what you hear now is the sand that buries me telling my story to
the wind 1

Gabriela crea una contra-narrativa a la postura femenina en Ciudad Juárez. Lo femenino se anquilosa con fatiga después de muchos viajes escoltados a las tiendas Oxxo de Ciudad Juárez, una perspectiva producida durante una residencia de la escritora en Juárez, que la embarcó profundamente en una realidad mortal. La amenaza de violación es real, la violación real es siempre un espectro amenazador si tienes cuerpo de mujer en cualquier parte del mundo, así que sólo porque no te suceda a ti -porque tú todavía estas viva, hasta donde puedes decir-- no te excluye de la necesidad de crear trabajos al respecto acerca de una especie de lenguaje cinematográfico que pasa velozmente.
¿O tal vez sí? Las invenciones poéticas de Gabriela tienen su contingente en la memoria ajena, donde las consecuencias están integradas en diferentes voces femeninas que instan al lector a seguir viendo la ciudad que lleva, lleno de sangre, el nombre de Benito Juárez. Gabriela retrata la violencia de género, implorando que veamos las hendiduras llenas de fango, aun cuando ella no quiere que estemos cómodos con el discurso narco- sensacionalista que pretende criticar.

Raquel Gutiérrez y Rafa Esparza | Photo: Courtesy of Raquel Gutiérrez
Raquel Gutiérrez y Rafa Esparza | Photo: Courtesy of Raquel Gutiérrez

Las interrogaciones artísticas hechas desde lugares confortables producen ambivalencia sobre el cómodo e inaccesible lugar del arte habitado por la población general, al menos, de vuelta a casa en California, donde cada año, la educación artística se convierte en el primero de los recortes presupuestarios, hace que el arte sea visto como una reliquia. Entonces, ¿para quién es el arte y por qué la necesidad de estas conversaciones cuando no tenemos las herramientas para forjar la nueva generación de amantes del arte que emergen de las comunidades de color?

Al mismo tiempo, estos cuestionamientos artísticos producen, para muchos de nosotros que venimos de los hermosos barrios dentro y en los alrededores de Los Angeles, una esperanza, ilustrada en la forma en que nuestros amigos y colegas de México, sostienen una conversación intertexual, unos con otros y, a través del trabajo que cada uno hizo basado en la violencia.

A pesar de lo difícil que es revisitar obras realizadas desde el comienzo del sexenio de Felipe Calderón en 2006, valió la pena llegar a una re-sensibilización de por qué escribir sobre la violencia es violencia. Así que nuestra conversación aterrizó en la pregunta crítica de cómo hacer trabajo que revictimiza a las víctimas -una pregunta que emergió con cada nueva conversación, como con el periodista John Gibler, que ha estado en México desde finales de 1990, haciendo el trabajo de solidaridad con los zapatistas y la fallecida abogada de derechos humanos Digna Ochoa. Ahora escribe y contribuye a fuentes como la radiofusora pública KPFA de Berkeley, y las revistas Z, Left Turn y Colorlines. John ha visto, de primera mano el vuelco que dio un México contemporáneo; de ser un país complicado por las políticas neoliberales como el TLCAN, a un ambiente mortal alimentado por la impunidad hacia la población indígena, las mujeres y los activistas por los derechos humanos. Como persona, John es abierto, cálido y humilde como todo el que se va. Leyendo sus libros te das cuenta que ha presenciado los peores atributos de la humanidad, y también tiroteos. Me pregunto ¿cómo alguien que ha informado sobre tanta violencia - incluida la violencia sexual cometida contra las 26 mujeres a raíz de los disturbios en San Salvador Atenco en 2006, muchas de ellas amigas de John- continua impulsado por un pozo de profundo optimismo?

Busco mi copia del libro de John "20 poemas para ser leídos en una balacera." Comienza con una serie de alertas para que el reportero novato agache la cabeza. La realidad que le rodea es una donde una bala es seguida por un centenar y la impunidad reina suprema. El personaje del guía rudo en el poema podría ser un junkie de la adrenalina porque, alegremente, le dice al chico nuevo; aun cuando huyes de la lluvia de brutalidad, dirigida y pesada, en forma de zig- zag asegúrate de cuidar tu inconformidad para que no caiga en el cinismo. Nunca puedes olvidar que este es tu hogar y el de miles de mexicanos que lidian con esta ocurrencia diaria y, cada día, vale la pena el riesgo.

Como productores culturales usamos palabras, objetos e intenciones para crear un mundo diferente, que compense los traumas del mundo que habitamos, plagado por las balas y la indiferencia. Crear estos mundos frecuentemente se vuelve una convergencia de bendiciones, maldiciones, riesgos, costos y privilegios que acechan la tarea diaria de imaginar justicia.

Durante una de nuestras primeras conversaciones, Jen Hofer hizo referencia al famoso adagio de Audre Lorde: Las herramientas del amo no pueden desmontar la casa del amo. Nos convocó a adoptar la necesidad de nuevas y diferentes herramientas que exponen la relación entre el poder y el lenguaje y estar listos para ver cómo ensamblan entre sí para producir un régimen opresivo. Jen nos fuerza a ser algo que, imagino, John ya es
--diferente. Tenemos que ser diferentes para imaginar un mundo justo; ser inquisitivos y atentos sobre la vida humana en otras partes del mundo. Incluso la afirmación de John que "recibe" el arte más que consumirlo, revela mucho de las pequeñas formas en que podemos reinscribir nuestra relación con el mundo que queremos habitar.

Más tarde durante la semana me alejé de estas conversaciones y de la Ciudad de México. Vi el arte con el que el periodista y escritor méxico-americano Daniel Hernández quiere que los estadounidenses sean también testigos y comiencen a preocuparse. Daniel me habló sobre la nueva exposición de Martha Pacheco en el Museo de Arte Moderno, Excluidos y Acallados, con una curaduría de Alicia Lozano. Se trata de una serie de pinturas hechas al óleo, de cadáveres que no han sido nombrados o reclamados por los familiares que Pacheco retrata y luego pinta. Me llamó la atención la luz en sus cuadros -la vívida iluminación fluorescente en sus óleos acentúa inquietantemente el rojo-sangre de las heridas abiertas de las víctimas y las descuidadas suturas de la autopsia.

También hay una serie de personas que viven en los sanatorios que Pacheco retrata y luego las pinta de la foto que toma. Las piezas que son parte de un cuerpo de trabajo que abarca dos décadas, plantean la pregunta, según la declaración curatorial de Lozano, que nos hacemos cuando nos vemos obligados a enfrentar las cuestiones de la muerte y la locura. Es extraño ver dichas imágenes espeluznantes de la muerte violenta en una institución de arte, apoyada generosamente por el gobierno mexicano, donde las declaraciones curatoriales o el artista no hacen ninguna mención o gesto hacia el contexto social actual de la violencia relacionada con las drogas. El único comentario sobre el contexto más amplio de este espectáculo sucede dentro de las cuatro paredes de nuestras reuniones diarias para La Guerra de los Dos Lados, dentro de la seguridad de otro Museo de la Ciudad de México, El Museo Universitario del Chopo.

¿Es posible traducir la cultura de la violencia en un sitio estético para la sanación? Si, como Jen Hofer menciona, toda literatura es traducción, entonces tal vez el lenguaje visual que la obra de Martha Pacheco emplea podría considerarse un grito primordial. Las imágenes de Martha Pacheco hacen del estado de silencio un lenguaje extraño, aun cuando el silencio sobrepase la habilidad del museo para exhibir su trabajo. Y eso es sólo la posible y extraordinaria expresión de la extrañeza.

Después de diez días en México, únicamente lo extraño se siente familiar.

Notas:

1 NT: La ennumeración que aperece a partir del noveno verso, hace referencia los nombres norteamericanos de los diferentes tipos de balas o municiones.

Juaristán es mi canpo de juego/Juareztine es mi hogar/Rey de mi mono-metálico reino de balas/Aquí celebramos más muertos que cumpleaños cada día/Hago lluvia de balas en la línea del otro lado del río/Así El Paso me ve brillar me ve volar por los cielos en un flash/Soy el más veloz sol dorado/Vuelo carros vuelo casas vuelo vuelo vuelo/Silvertip;Semispitzer; Hollow Point,Teflon.covered, Very Low Drag, Total Metal Jacket; Lead Bullet, Full Metal Case, Speer Gold Dot, Remington, Core-Lokt; Armor-Piercing, Gold Sabre

Te llevaré al Salón México per primero a El Herradero donde todo se trata de/carne carne carne así puedes conocer a mi equipo de asesinos carne-fresca-afeitada-cabezadecholos (shorts/ largos calcetines largos cañones largos) y a mis vaqueros piteados:/todos usamos joyas/ y antes y después vamos a la taquería Iris luego sexo en el Oxxo en exceso/chica cachonda busca chico en Chihuahua

Como es. Asi que: desviste esta violada/desviste y pela y abre y corta y rapa y/desolla y desarticula/AK47 ahora te tomo, mujer

Oímos de la mujer en la segunda parte de "Oasis of horror": Rumbo al trabajo vi a los niños afuera jugando a los sicarios, a los narcos/ y a los policías con palos y piedras/ellos conocían el calibre de cada pistola, de cada bala que tallaron/en piedra y en martillo y en plastilina/ellos conocen los huesos y su muerte es errónea/ahora están muertos/y aún en el error

mientras fui forzada a oír los grandes hits de Juan Gabriel/ahogada y con un tajo/es mi garganta/mi tajo/lleno de tajo/que el río seca/mi cabello/Irene Silvia Mercedes santas en el desierto/ciega/reseca/rumbo a nadie/sin lugar para tajos/y labiales labios/dead girl/y lo que oyes ahora es la arena que me da sepultura contando mi historia/al viento


Dolores Dorantes (Córdoba, Veracruz. 1973) fue periodista en Ciudad Juárez, Chihuahua, donde vivió los últimos 25 años; además de coordinar la sede de Documentación y Estudios de Mujeres, A.C. promoviendo la escritura autobiográfica entre mujeres en estado de marginación, vulnerabilidad y reclusión en Ciudad Juárez. También fundó la Compañía Frugal para las Artes de la Frontera Norte. Ha publicado cuatro libros de poesía y dos de prosa. Sus libros más recientes son "Querida fábrica" (Práctica Mortal, 2012) y Estilo (Mano Santa Editores, 2011). Parte de su trabajo como escritora ha sido traducido al bengalí, holandés, portugués, sueco, alemán e inglés. Desde 2011, vive en Estados Unidos con asilo político. En Los Angeles, California, fundó la organización Cielo Portátil (por una educación libre) y es curadora (junto a la escritora Jen Hofer) de la sección de libros en español en la librería The Last Bookstore, llamada "La Ã?ltima". Desde hace 13 años alimenta un blog como proyecto de narrativa ocasional: www.doloresdorantes.blogspot.com, en ese blog también están disponibles la mayoría de sus libros, de forma gratuita.

La Guerra de los dos lados/The War on Both Sides cuenta con el apoyo de varias instancias culturales en ambos lados de la frontera. Agradecemos al Departamento de Asuntos Culturales de la Ciudad de Los Ángeles, que nos brindó una beca generosa para este intercambio internacional. En la Ciudad de México el Museo Universitario del Chopo nos recibió con muy amable hospitalidad; en particular agradecemos a su director, el Lic. José Luis Paredes Pacho, y  su equipo de trabajo: Claudia Manzanilla, Dalila Silva Ortíz, Blanca Espinosa, Javier Marín, y Amaranta Marentes. En Los Ángeles, Carol Jacques y Dalila Sotelo de Los Amigos de Siqueiros, y la activista-publicista Martha Ugarte nos hicieron posible nuestra primera presentación pública en Estados Unidos en el América Tropical Interpretive Center en la Calle Olvera. En Cuernavaca nuestro proyecto fue posible gracias a la hospitalidad y el apoyo logístico de la Secretaría de Cultura de Morelos, a través de su secretaria, Cristina Faesler y su equipo de trabajo. En particular agradecemos a Hernan Osorio, de esa misma institución, y a Alicia Reardon, quienes fueron los responsables de la coordinación y logística del encuentro.  

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